EL MURAL DE JEROME MINTZ

Cuando se decide hacer un acto institucional, se debe tener un esmerado cuidado con las palabras que la institución utiliza para justificarlo, sobre todo para que representen a la institución y no al partido que gobierna. Hay que dar mérito a quien lo merece y huir de la autoalabanza.
El mural que se descubrió el viernes 7 de marzo es un reconocimiento a la importancia que ha tenido para nuestro pueblo Jerome Mintz, “El Americano”. Este hombre que pacientemente dedicó a nuestro pueblo miles de horas de su vida, que echó raíces en las chozas y vallados de tunas de Casas Viejas, el que a escondidas de las autoridades franquistas primero y democráticas después, fue sacando información de la gente humilde y valiente para hacer un estudio serio, sobre la idiosincrasia de nuestro pueblo, nuestra forma de ser, nuestro pasado y nuestras costumbres.
El Americano quiso desatar esa maraña del anarquismo en Casas Viejas, preguntándose una y otra vez: ¿por qué?, ¿por qué aquí?, ¿por qué en aquel momento?, ¿por qué ese ocultismo a la siguiente generación?, ¿por qué esos miedos?, ¿qué pasó realmente?...
Ese trabajo tenía su destino: Casas Viejas; pero su camino fue cortado por la muerte prematura de su autor.
Su trabajo quedó en cajas de cartón, en un cuarto oscuro de Indiana, esperando que alguien le diera un beso blanco de despertar para recobrar vida y llegar a nuestro pueblo.
Como aquí nadie lo esperaba, nadie lo echó en falta, nadie lo buscaba. La memoria del americano se iba difuminando con el tiempo y quedando como una leyenda anecdótica.
Es una pena que nuestra alcaldesa olvidara en su discurso a las personas que dieron vida y difusión a ese trabajo que se encontraba en coma y que sin su ayuda nunca hubiera visto la luz.
Los responsables de este resucitar fueron sobre todo dos personas, una a cada lado del Charco Atlántico: Salustiano Gutiérrez, profesor del IES CASAS VIEJAS que le dio el beso de despertar y Carla Mintz que, gustosamente, se encargó de las tareas de reanimación con esmerado empeño.
Tanto la una como el otro tenían en común un mismo ideal: “Que el magnífico y sacrificado trabajo de Jerome Mintz -el americano- no quedara en el olvido”. Y también es justo recordar que tanto la una como el otro tuvieron la ayuda entusiasta de algunos profesores y muchos alumnos del Instituto. Y por supuesto, de la Diputación Provincial, hecho este que si se encargó de recalcar en el discurso de la Sr. Alcaldesa para alabanza y gloria de su mentor...el ahora portavoz.
Los historiadores y políticos que la Sr. alcaldesa mencionó, incluyendo a su inseparable diputado nacional, no han hecho relativamente nada en comparación con estos dos verdaderos protagonistas. Y la obra de Mintz no hubiera existido sin la colaboración de aquellos humildes y valientes comunicantes que le enseñaron las entrañas de nuestra historia y que el profesor Salustiano Gutierrez se encarga de recordar aquí: Esta boca es mía a proposito del azulejo
Por favor, tengamos más equidad, más sinceridad, más sentido de la justicia y menos autoalabanza.